En el día a día de una fábrica, hay conversaciones que se repiten casi como un ritual. Desde las salas de reuniones hasta el café de primera hora, con el ruido de las máquinas de fondo, cualquier lugar es bueno para tratar de encontrar soluciones a los problemas del día a día. Y en medio de esas conversaciones, surge una constante yuxtapuesta: la necesidad de producir más y la exigencia de producir mejor.
Si trabajas en la industria, seguramente te suene familiar. El equipo comercial presiona por cumplir con un pedido grande. Gerencia pide un esfuerzo para aumentar la producción. Y el equipo de calidad levanta la mano para advertir los riesgos. No hay malas perspectivas en esta historia, y ninguno está equivocado; todos tienen su razón. La clave está en el equilibrio. El comercial necesita productos para vender, el director busca rentabilidad, y el técnico de calidad que defiende la reputación de la fábrica. El objetivo es gestionar este debate sin que consuma recursos y, sobre todo, personas.
“¡Vamos más rápido!”
Cuando la presión aprieta, la reacción más instintiva suele ser acelerar el ritmo. Subimos la velocidad de la cinta, acortamos unos segundos el tiempo de ciclo y pedimos al equipo que “aprieten un poco más”. Es el camino del “producir más”. A corto plazo, puede parecer que funciona, ya que, el contador de unidades por hora sube y sentimos un alivio temporal. Pero, ¿a qué coste? El estrés de los operarios aumenta, las verificaciones se saltan por “si acaso” y, al final, el lote que salió apurado podría ser el que cause problemas. Esta solución genera una deuda técnica y humana que, tarde o temprano, se acaba pagando.
La trampa de la “calidad a cualquier precio”
Por otro lado, existe la fortaleza de la calidad. Para evitar cualquier fallo, se proponen más controles, verificaciones dobles y procesos más lentos. Nadie cuestiona la importancia de un producto perfecto, ya que es el camino del “producir mejor”. El problema surge cuando la búsqueda de la perfección se convierte en una parálisis por análisis. La producción se ralentiza, los costes por pieza aumentan, y el equipo se ve incapaz de cumplir con los objetivos. Sin quererlo, se convierten en el cuello de botella, generando frustración en otros departamentos que sienten que “nunca es suficiente”.
¿Replanteamos la pregunta?
Pasamos tanto tiempo debatiendo entre estos dos enfoques que no nos damos cuenta de que el verdadero problema está en la propia pregunta. El debate entre “más vs. mejor” normalmente está basado en intuiciones, experiencias pasadas y datos incompletos. Cada departamento defiende su parcela de realidad con sus propios argumentos.
Pero, ¿qué pasaría si todos pudieran ver la misma foto? ¿Una foto completa y objetiva de lo que está sucediendo en la planta?
Si, en lugar de debatir, nos centráramos en un análisis colaborativo. Ya que no se trata de quién tiene la razón, sino de encontrar juntos la mejor solución posible, basada en una única fuente de verdad: los datos de tu propio proceso.
De la opinión al dato: una nueva forma de hablar
Imaginemos una herramienta que no te diga “ve más rápido” o “ve más lento”, sino que simplemente te muestre las consecuencias de cada acción:
- Te muestra cómo, al alcanzar cierta velocidad, el consumo energético se dispara y el desgaste de piezas críticas se acelera un 30%.
- Te enseña que un pequeño ajuste en la temperatura de sellado puede reducir las microfugas en un 5%, permitiendo aumentar la producción de manera segura.
- Correlaciona las micro-paradas de una máquina con un lote específico de materia prima, demostrando que el problema no es la velocidad, sino el proveedor.
Esa es la filosofía detrás de soluciones como Peak. No se trata de imponer decisiones, sino de proporcionar la inteligencia necesaria para que los equipos tomen la mejor decisión posible. La clave está en transformar el ruido y las discusiones de la planta en información clara y accionable.
¡Cambiemos la conversación!
En este post no buscamos ofrecer una solución mágica ni una respuesta única, sino proponer una reflexión. Que la próxima vez que surja este dilema en el café de la mañana, se aborde de una forma diferente. Imagina que, en lugar de una batalla de prioridades entre departamentos, la reunión se convierta en un análisis de datos donde todos puedan aportar. Donde el objetivo común no sea ganar la discusión, sino hacer que la planta, en su conjunto, aumentando su eficiencia y sostenibilidad.
El primer paso no es elegir entre más o mejor. El primer paso es comenzar a recopilar y escuchar los datos que nos proporcionan las personas, las máquinas y los procesos cada día.